INIQUIDADES
Por: Profeta Ana Méndez
La iniquidad es una raíz del mal. Surge de la maldad de Luzbel –(Ezequías). Es
una semilla
que pasa de generación a generación y se va torciendo de padres a hijos. Éxodo 34:7 dice: El
Señor visita nuestras iniquidades hasta la cuarta generación.
Iniquidad es lo contrario a rectitud, es lo torcido, es una semilla espiritual
torcida que pasa de
generación a generación y se vas torciendo cada vez más, donde va quedando el
pecado
escrito (según Jeremías 17) con cincel de hierro y punta de diamante en su
corazón; pasando
de generación en generación.
El pecado no se hereda, lo que se hereda es la iniquidad. Tenemos como ejemplo
el
alcoholismo, la promiscuidad sexual, la drogadicción, etc. Cuando somos salvos
confesamos
nuestros pecados y nuestro espíritu es salvo, vamos al cielo, pero hay
iniquidades clavadas
en el alma que son como cautiverios que tienen que ser tratados para poder ser
libre.
En el Salmo 51 David confiesa su iniquidad: “lávame más y más de mi maldad”
(iniquidad
palabra original). Hay que tratar con las raíces de la iniquidad, el Señor
visita la iniquidad, es
un cuerpo de pecado, es la parte espiritual donde se graba, se establece la
semilla satánica
con la que nacemos.
El Salmo 58 dice que: “en el corazón maquinas iniquidades”. La maldición es
producto de un
pecado que no se confesó que se engarza en el alma, produciendo enfermedades y
toda
clase de cautiverios. Esas son las iniquidades que se manifiestan como
maldiciones a través
de las generaciones.
En proverbios dice que no hay maldición sin causa. Cuando viene una maldición,
si estoy en
santidad no puede caer sobre mí pero si hay iniquidad en mí entonces tiene de
donde
agarrarse. Según el Salmo 58, es como un veneno de serpiente, no oyen la voz de
Dios. La
iniquidad trae sordera espiritual, son sordos espiritualmente cuestionando a
Dios.
Se mete en el cuerpo causando enfermedades. El Salmo 109:17 dice que: “…amó la
maldición y esta le sobrevino”. Como cristianos debemos analizarnos con
integridad y ver si
nuestras enfermedades no son producto de iniquidades no tratadas.
Muchas veces cortamos maldiciones y luego de un tiempo sentimos que vienen otra
vez aún
a generaciones futuras y aún con más fuerzas. ¿Por que? Son las iniquidades que
no han
sido desarraigadas.
El Salmo 107:19 dice que: “entro como aguas en las entrañas y aceite en sus
huesos”. Afecta
aún la sangre, la médula que está en el centro de los huesos es la que produce
la sangre.
David decía que su iniquidad estaba todos los días delante de él (es una
cuestión de
humildad y analizarnos en las áreas difíciles que tienen raíces profundas).
A través de los últimos años el Señor ha ido quitando velos para dar una nueva
revelación.
Jesús fue molido por nuestras iniquidades, el precio de nuestra paz fue sobre
él. Isaías 53
dice que: hacemos pacto de salvación en nuestro espíritu, pero la iniquidad nos
afecta el
diario vivir.
Levítico 26:40,41 dice: “y confesarán su iniquidad....yo también habré andado
en contra de
ellos”. Isaías 59:1,2: “El brazo de Jehová no se ha acortado para bendecirnos...pero
nuestras
iniquidades han hecho división...”
Todos los que tenemos sangre española cargamos con la iniquidades producidas
por las
muertes en la colonia, hechicerías y derramientos de sangre. Es necesario
confesar nuestra
iniquidad y la de nuestros padres.
Miqueas dice que El volverá a tener misericordia. La liberación de las
iniquidades afecta
nuestras generaciones futuras inmediatamente, hijos y nietos y podemos ver
cambios
radicales. Tenemos que efectuar una confesión con escrutinio profunda y luego
se debe
ordenar a la iniquidad que busque su salida.
Hay incluso enfermedades en la sangre que afectan a muchas familias, debemos
entonces
limpiar la sangre. Clamar por la sangre y renunciar a mi propia sangre pactada
con el
enemigo para pedir que la sangre de Cristo sea la que corra por nuestras venas
por cuanto el
Espíritu de Dios habita en nosotros.
La sangre de Cristo Jesús nos limpia de todo pecado por lo tanto, cambio mi
sangre y
renuncio a mi sangre contaminada, pactada con el pecado y llena de iniquidades,
rebeliones
y pecados y recibo la sangre de Cristo para que corra por mis venas. Nuestra
sangre es
cambiada por cuanto la vida está en la sangre, Jesús limpió mi sangre. Joel
3:20… limpiará la
sangre de los que no había limpiado por la sangre de la cruz del calvario.